Con este grupo no sólo quiero presentar al mundo la cultura musical africana sino también transmitir un mensaje importante: una mano extendida a la otra persona puede parecer una pequeña ayuda pero tiene un significado muy profundo. Y quiero encomendar la transmisión de este mensaje a la música, un medio que toca siempre lo más profundo del corazón de cada uno de nosotros, hasta el punto de acercar las más diferentes culturas. El tambor es mi vida: me enseñó educación, tolerancia, respeto, compartir, paciencia, saber vivir la positividad, aprender a donar.
Hoy quisiera utilizar las vibraciones de mi tambor para acercar y unir, superando toda división y diversidad. Todos nosotros, tarde o temprano, dejaremos este mundo. La vida es corta y hay que vivirla con y en el amor: tratemos de estar unidos, de amarnos, de abrazarnos, de saludarnos, de respetarnos y de abrirnos cada día. El amor supera todas las diferencias y divisiones: a pesar de las diferencias culturales y étnicas todos somos parte de la misma familia. La vida es una representación teatral en un gran escenario y a nosotros nos corresponde dejar un mensaje. Yo quisiera que el mío fuera este: damos todos los días porque quien da siempre es más feliz que quien recibe. Damos sin reservas y la vida nos recompensará. El tambor es un instrumento que trae paz, une a las personas, no conduce al racismo, trasciende fronteras; su ritmo llama a todos los pueblos al compartir y a la paz, así lo cuenta la Gran Madre África, transformando las notas en un puente directo entre los corazones y llevando adelante valores como respeto, paz, amor.