Me llamo Seydou Kienou, soy músico, percusionista, cantante y bailarín, y esta es mi historia. Nací en Burkina Faso, en una familia de Griot músicos. Mi infancia fue silenciosa: una grave infección en los oídos me dejó sordo a temprana edad, impidiéndome asistir a la escuela primaria con mis compañeros.

Pero el Djembé hablaba por mí. Sentía sus vibraciones con tanta fuerza que superaban mi enfermedad, un llamado irresistible. Así aprendí a tocar, a pesar de la sordera. El Djembé se convirtió en mi voz, en mi vida.

A los 14 años gané un concurso musical en Burkina Faso. Esto llamó la atención de un médico alemán que, al conocer mi historia, decidió ayudarme llevándome a Alemania para una operación que me devolvería la audición. Al llegar a Alemania, comencé a presentarme para dar a conocer la voz de mi Djembé.

Durante un concierto, una niña se acercó a mí. Vestida humildemente, me contó que no había comido para poder escuchar mi música. Conmovido, le ofrecí una comida y, a su insistencia, le regalé mi tambor personal, aquel del que nunca me separaba. Su padre, un hombre adinerado y generoso, quedó tan impresionado por mi gesto que me tomó bajo su protección como a un hijo. Una vez más, el Djembé me había guiado y protegido.

Recuperé casi por completo la audición, y desde entonces mi carrera musical no se ha detenido. El Djembé ha sido mi salvación y sigue siendo toda mi vida. Gracias a él aprendí la generosidad, la gratitud, el amor, el valor de la educación, la tolerancia y el respeto.

Hoy, a través del ritmo del tambor, invito a todos a la acogida, la escucha mutua, la compasión y la alegría de dar. El Djembé es un instrumento de paz, unificador de pueblos, sin fronteras ni divisiones. Sus vibraciones unen y abren al diálogo, sin reservas.

Este es mi Djembé: un mensaje de amor para todos los seres humanos del mundo.​